El burnout, síndrome de desgaste profesional o síndrome del trabajado quemado es un riesgo psicosocial resultado de un estado de estrés crónico relacionado con las condiciones organizacionales del trabajo, que genera en la persona trabajadora un estado de agotamiento emocional y una desmotivación para llevar a cabo sus labores diarias.
La definición de este riesgo psicosocial más extendida y utilizada es la de Maslach y Jackson (1986): “El burnout es un síndrome de agotamiento emocional, despersonalización y reducida realización personal que puede aparecer en personas que trabajan con gente de alguna forma”. En esta definición, ya se define de manera clara que afecta a personas trabajadoras en las que sus requerimientos laborales implican contacto con otras personas, bien sea trato con clientes, pacientes, visitantes…etc.
En 1988, Pines y Aronson destacan el concepto de cansancio como característica principal del burnout: “estado de agotamiento físico, emocional y mental causado por una larga implicación en una situación que es emocionalmente demandante”. En esta definición se unen, por tanto, los conceptos cansancio y desgaste con la circunstancia de un trabajo de altas demandas emocionales.
También en 1988, Leiter y Maslach apuntan a que el estrés constante al que están sometidos los trabajadores es proveniente de la relación de ayuda y asistencia que prestan a las personas.
En esta misma línea define el síndrome Shiron (1989): “estado afectivo caracterizado por los sentimientos de haber agotado las energías físicas, emocionales y mentales”.
Es decir, de todas estas definiciones se desprende que el desgaste profesional es resultado de la tarea de ayuda a otras personas en el desempleo profesional, de manera que los recursos se agotan sin que haya tiempo para recuperarse, lo cual hace que las personas trabajadoras se sitúen en una posición de despersonalización o distanciamiento hacia las personas que deben atender o cuidar.
Abordaje preventivo del burnout
En EMESA PREVENCIÓN nos preocupaos por el estado de salud mental de las personas trabajadoras y sabemos que son muchas las afectadas por este síndrome que, no en vano, es considerado como uno de los riesgos psicosociales que más consecuencias negativas puede ocasionar a los trabajadores.
Desde el Departamento de riesgos psicosociales de EMESA PREVENCIÓN recomendamos que las intervenciones preventivas en este riesgo psicosocial se basen tanto en el ámbito de la organización del trabajo como en el individuo en particular.
Dentro de las medidas organizacionales deberían contemplarse cambios en los procedimientos de trabajo, reestructuración de tareas, evaluación de los puestos para permitir mayor control personal en la distribución de las tareas y disminuir la carga de trabajo.
Se consideran buenas prácticas, en este sentido, informar a las personas trabajadoras sobre qué es el burnout, cuáles son sus síntomas y cómo se llega a alcanzar esta situación. Esto puede realizarse de manera periódica mediante la distribución de panfletos, carteles o documentos específicos.
También es de gran importancia el fomentar un adecuado clima de trabajo en el que las buenas relaciones interpersonales actúen como factor regulador del estrés. Las relaciones sociales satisfactorias son siempre el mejor colchón para combatir el estrés y el desánimo.
Procurar un liderazgo justo, con mandos preparados para la gestión de equipos que conozcan a sus trabajadores y se interesen no solo por el desempeño de sus labores, sino por su estado anímico y sus dificultades en el desempeño de sus tareas diarias, procurando, además, contar con equipos de trabajo cohesionados en los que los conflictos sean atajados de manera temprana, en sin lugar a duda excelente medida de prevención contra el burnout.
A nivel individual, se recomienda la labor informativa y de concienciación de las personas trabajadoras de la importancia de llevar unos hábitos de vida saludables: respetar las horas de descanso y tener unos hábitos de sueño que garanticen el número de horas requeridas, seguir una alimentación equilibrada y saludable, realización de ejercicio físico de manera regular, fomentar las relaciones familiares y sociales, tener hobbies y realizar actividades de control de estrés, como pueden ser la relajación, el contacto con la naturaleza, la meditación, etc.
No obstante, las intervenciones psicosociales más eficaces serán siempre las que combinen actuaciones organizacionales y actuaciones sobre la persona trabajadora.
EMESA PREVENCIÓN, POR UNAS CONDICIONES DE TRABAJO MÁS SALUDABLES.